El Beato Pedro de San José Betancur supo leer el Evangelio con los ojos de los
humildes y vivió intensamente los Misterios de Belén y de la Cruz, los cuales
orientaron todo su pensamiento y acción de caridad. Hijo de pastores y
agricultores, tuvo la gracia de ser educado por sus padres profundamente
cristianos; a los 23 años abandonó su nativa Tenerife y, después de 2 años,
llegó a Guatemala, tierra que la Providencia había asignado para su apostolado
misionero.
Apenas desembarcado en el Nuevo Mundo, una grave enfermedad lo puso en contacto
directo con los más pobres y desheredados. Recuperada inesperadamente la salud,
quiso consagrar su vida a Dios realizando los estudios eclesiásticos pero, al
no poder hacerlo, profesó como terciario en el Convento de San Francisco, en la
actual La Antigua Guatemala, con un bien determinado programa de revivir la
experiencia de Jesús de Nazaret en la humildad, la pobreza, la penitencia y el
servicio a los pobres.
En un primer momento realizó su programa como custodio y sacristán de la
Ermita del Santo Calvario, cercana al convento franciscano, que se convierte en
el centro irradiador de su caridad. Visitó hospitales, cárceles, las casas de
los pobres; los emigrantes sin trabajo, los adolescentes descarriados, sin
instrucción y ya entregados a los vicios, para quienes logró realizar una
primera fundación para acoger a los pequeños vagabundos blancos, mestizos y
negros. Atendió la instrucción religiosa y civil con criterios todavía hoy
calificados como modernos.
Construyó un oratorio, una escuela, una enfermería, una posada para sacerdotes
que se encontraban de paso por la ciudad y para estudiantes universitarios,
necesitados de alojamiento seguro y económico. Recordando la pobreza de la
primera posada de Jesús en la tierra, llamó a su obra «Belén».
Otros terciarios lo imitaron, compartiendo con el Beato penitencia, oración y
actividad caritativa: la vida comunitaria tomó forma cuando el Beato escribió
un reglamento, que fue adoptado también por las mujeres que atendían a la
educación de los niños; estaba surgiendo aquello que más tarde debería tener
su desarrollo natural: la Orden de los Bethlemitas y de las Bethlemitas, aún
cuando éstas sólo obtuvieron el reconocimiento de la Santa Sede más tarde.
El Beato Hermano Pedro se adelantó a los tiempos con métodos pedagógicos
nuevos y estableció servicios sociales no imaginables en su época, como el
hospital para convalecientes.Sus escritos espirituales son de una agudeza y profundidad inigualables.
Muere apenas a los 41 años el que en vida era llamado «Madre de Guatemala». A
más de tres siglos de distancia, la memoria del «hombre que fue caridad» es
sentida grandemente, viva y concreta, en su nativa Tenerife, en Guatemala y en
todos los lugares donde se conoce su obra. El Hermano Pedro fue Beatificado
solemnemente por Vuestra Santidad el 22 de junio de 1980, en un acontecimiento
de incalculable valor pastoral y eclesial para Guatemala y para toda América.
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